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Hace unos días Tiger Woods protagonizó uno de los regresos más espectaculares a la cima de su deporte después de años inmerso en problemas personales y físicos que, incluso, apagaron su imagen dentro y fuera de los fairways.
La conquista del TOUR Championship el fin de semana en Atlanta, Georgia, su título 80 en la PGA Tour (está a dos de alcanzar la marca histórica de Sam Snead con 82 campeonatos), lo catapultó de súbito a los primeros planos… esos que hizo suyos en la década pasada.
El TOUR Championship es el antes y después del nuevo Tiger, de las sombras pasó a la luz como los grandes, a base de buenos golpes. Ahora, amenaza con ascender en la lista de los deportistas con mayores ganancias en la historia, pues hasta diciembre del 2017 era el segundo con más ingresos (según Forbes) con 1.7 billones de dólares, apenas detrás de otra luminaria, pero del basquetbol, Michael Jordan y sus 1.85 billones de dólares.
A 22 años de su primer triunfo en la PGA, Woods demostró que no pierde el toque y tiene cuerda para rato, sin olvidar que evidenció el poder del juego de los bastones con una figura de su calibre, especialmente en Estados Unidos, país con la industria más sólida de este deporte en todo el mundo y que hace que un golfista mueva miles de personas y genere millones y millones de dólares en publicidad y patrocinios cada temporada.